Un viaje al corazón del Renacimiento andaluz
Si alguna vez te has preguntado dónde se encuentra el alma del Renacimiento en España, la respuesta está clara: en Jaén, en las ciudades de Úbeda y Baeza. Hoy quiero llevarte de la mano por estas dos joyas monumentales, declaradas Patrimonio Mundial por la UNESCO, porque pocos lugares concentran tanta historia, arte y belleza por metro cuadrado.
Aquí no hay decorados turísticos. Aquí el Renacimiento es real, está vivo y forma parte del día a día de sus vecinos. Pasear por sus calles es como abrir un libro de historia y caminar entre sus páginas.
Úbeda, la Perla del Renacimiento
Comenzamos por Úbeda, mi ciudad favorita cuando quiero sentirme dentro de un cuadro renacentista. Esta ciudad fue el epicentro de un auténtico boom artístico y urbanístico en el siglo XVI, cuando las familias nobles y la Iglesia decidieron embellecer sus calles con palacios, plazas e iglesias que rivalizan con cualquier ciudad italiana.
Uno de los lugares que nunca dejo de visitar es la impresionante Plaza Vázquez de Molina, considerada una de las plazas renacentistas más bonitas de Europa. Aquí se alzan majestuosos edificios como la Sacra Capilla del Salvador, encargada por Francisco de los Cobos, secretario de Carlos V, y que guarda un secreto que pocos conocen: en su interior se encuentra la única obra de Miguel Ángel Buonarroti en España. Un detalle que convierte a Úbeda en un destino imprescindible para los amantes del arte.
Muy cerca, el Palacio de las Cadenas, hoy sede del Ayuntamiento, y la Iglesia de Santa María de los Reales Alcázares completan un conjunto monumental que no deja indiferente a nadie.
Baeza, la ciudad tranquila que respira historia
A solo ocho kilómetros de Úbeda se encuentra Baeza, menos conocida, pero igualmente fascinante. Aquí, el ambiente es más sereno, más íntimo. Sus calles empedradas, sus patios, sus fuentes y sus palacios respiran ese aire de ciudad universitaria y religiosa que marcó su historia.
La Catedral de Baeza, construida sobre una antigua mezquita, es uno de sus grandes emblemas. Pero a mí me gusta perderme por la Plaza del Pópulo, contemplar la Fuente de los Leones y visitar el Antiguo Seminario de San Felipe Neri.
Baeza también fue cuna de sabios y poetas. Aquí dio clases nada menos que Antonio Machado, y todavía puedes visitar el aula donde impartía literatura, convertida en un pequeño museo.
Dos ciudades, un mismo latido
Lo maravilloso de Úbeda y Baeza es que son dos caras de la misma moneda. Úbeda es la ciudad monumental, orgullosa, señorial. Baeza es la tranquila, la culta, la discreta. Pero ambas comparten una historia común y un patrimonio arquitectónico que las ha hecho merecedoras del título de Patrimonio Mundial.
Pasear de una a otra es un lujo que pocos destinos ofrecen. En apenas diez minutos puedes cambiar de escenario y seguir descubriendo palacios, iglesias, conventos y rincones llenos de encanto.
Más allá de los monumentos
Pero estas dos ciudades no son solo piedra y arte. También son vida, gastronomía y hospitalidad. Aquí, cualquier visita acaba en una terraza, con una cerveza y una tapa gratuita, porque en Jaén, la tapa no se cobra: se comparte.
Además, sus calendarios están repletos de eventos culturales: festivales de música, teatro, flamenco, ferias y fiestas populares que mantienen viva la esencia de estas ciudades.
Un destino para recorrer sin prisas
Si hay un consejo que siempre doy cuando alguien me pregunta qué ver en Jaén, es este: dedícale tiempo a Úbeda y Baeza. No vengas solo a hacer fotos rápidas. Siéntate en sus plazas, pasea por sus calles al atardecer, escucha las campanas de sus iglesias, entra en sus patios escondidos. Porque estas ciudades no son un decorado: son auténticas, vivas y acogedoras.
El Renacimiento que no está en los libros
Lo que más me gusta de Úbeda y Baeza es que aquí el Renacimiento no está encerrado en un museo. Está en las piedras, en el trazado de sus calles, en las conversaciones de sus vecinos, en la luz que baña sus fachadas al atardecer.
Cada vez que vuelvo, descubro un detalle nuevo: un escudo en una esquina, una reja forjada, una inscripción oculta. Y siempre me reafirmo en lo mismo: Jaén guarda un patrimonio que no tiene nada que envidiarle a ninguna otra provincia de España.