Introducción
Encendida por el sol a más de 1.000 metros de altitud, Iznatoraf se alza como eterna vigía de la comarca de Las Villas. Este pequeño pueblo jiennense, de calles laberínticas y encanto multicultural, guarda entre sus muros historias asombrosas. Según consta en su archivo histórico, Miguel de Cervantes visitó la localidad en 1592 como recaudador de impuestos. Incluso San Juan de la Cruz pasó por aquí, realizando un exorcismo. Con semejante carta de presentación, el viajero intuye que se encuentra ante un lugar único. En Iznatoraf, leyenda y realidad confluyen bajo el cielo andaluz, sorprendiendo con su legado histórico, patrimonio artístico y paisajes espectaculares.
Orígenes históricos
La zona de Iznatoraf estuvo habitada desde épocas muy tempranas. Existen vestigios desde el III milenio a.C., vinculados a rutas hacia las minas de Sierra Morena. El núcleo urbano actual se formó durante la dominación musulmana. El nombre Iznatoraf proviene del árabe Hisn al-Turab, que significa «castillo de tierra o polvo», aludiendo a la fortaleza edificada en el siglo XI.
La medina fortificada fue un enclave estratégico hasta 1235, cuando capituló pacíficamente ante las tropas castellanas de Fernando III el Santo. Tras la Reconquista, Fernando III otorgó a Iznatoraf el Fuero de Cuenca. Alfonso X la incorporó más tarde al Adelantamiento de Cazorla, bajo jurisdicción del arzobispo de Toledo. En la Baja Edad Media, Iznatoraf lideró un territorio extenso del que surgieron pueblos como Villanueva del Arzobispo (1396) y Villacarrillo (1450).
Patrimonio histórico-artístico
La villa de Iznatoraf, declarada Conjunto Histórico-Artístico en 2012, conserva un trazado urbano morisco, con calles estrechas y empedradas, plazas acogedoras y rincones floridos. Destacan fragmentos de murallas y puertas monumentales, como la Puerta del Arrabal, un arco renacentista muy fotografiado. Otros puntos de interés son el Arco del Pozo y el Arco de la Virgen del Postigo, integrados en la vida cotidiana.
El principal monumento es la Iglesia Parroquial de Nuestra Señora de la Asunción, construida entre 1583 y 1591 por Alonso de Barba, discípulo de Andrés de Vandelvira. Su interior presenta tres naves decoradas al estilo manierista, lo que le valió el sobrenombre de “la catedral de La Loma”. En el altar mayor se venera a la Virgen de la Asunción, y el templo alberga una notable colección de platería sacra.
Otras joyas patrimoniales son la Ermita del Santísimo Cristo de la Vera Cruz (siglos XVII-XVIII), patrón del pueblo, y el Museo de Artes Populares, que muestra herramientas agrícolas y trajes tradicionales. La arquitectura local, con casas de piedra, portones de madera y patios con macetas, refleja el orgullo de conservar la historia.
Costumbres y fiestas
Las Fiestas Patronales en honor al Cristo de la Vera Cruz, celebradas a principios de septiembre, son famosas por sus encierros nocturnos de reses bravas. La celebración culmina en una procesión solemne con gran participación popular.
La Semana Santa en Iznatoraf destaca por la autenticidad y respeto a las tradiciones antiguas. Se utilizan imágenes procesionales históricas, hábitos típicos, faroles y cánticos heredados de generación en generación. Las Cruces de Mayo adornan el pueblo cada primavera, y en verano se celebran veladas al aire libre con música, baile y gastronomía local.
Atractivos turísticos actuales
Gracias a su elevada ubicación, Iznatoraf ofrece vistas panorámicas impresionantes desde miradores como el de Peñalta o la Cuesta de Santa Ana. Desde ellos se divisan mares de olivos y, en días despejados, incluso Sierra Nevada. Al atardecer, el paisaje adquiere tonos dorados inolvidables.
El pueblo es entrada al Parque Natural de las Sierras de Cazorla, Segura y Las Villas, ideal para actividades como senderismo, observación de aves y fotografía naturalista.
En primavera, las calles de Iznatoraf se llenan de flores, especialmente en la Plaza del Convento o la Calle Empedrada. La gastronomía local destaca por platos tradicionales como pipirrana, migas ruleras y guiso de andrajos con liebre, acompañados siempre de aceite de oliva virgen extra.
Conclusión
Iznatoraf ofrece una experiencia auténtica donde historia, cultura y naturaleza conviven en armonía. Sus atardeceres sobre olivos infinitos, antiguas leyendas, calles con encanto y hospitalidad sincera hacen de este pueblo un destino inolvidable. Visitar Iznatoraf no es solo turismo; es sumergirse en la historia viva de la España rural más genuina.