Villacarrillo: esplendor renacentista y naturaleza en Las Villas
Bajo un cielo de primavera, Villacarrillo se transforma en un tapiz multicolor de flores y serrín teñido durante el Corpus Christi. Esta tradición, con más de 600 años, convierte cada rincón en una obra efímera de arte y devoción que maravilla al visitante. Situada en la comarca de Las Villas, esta localidad jiennense destaca por su rico patrimonio renacentista y por ser la puerta hacia la Sierra de Las Villas, hogar de la cascada más alta de Andalucía. Tierra de olivares y tradiciones, Villacarrillo invita a descubrir una combinación perfecta de arte, cultura y naturaleza. Orígenes históricos Villacarrillo tiene sus raíces en la época medieval, cuando existía como aldea musulmana conocida como la Torre de Mingo Priego. Su importancia creció tras la conquista castellana en el siglo XIII, integrándose en el Adelantamiento de Cazorla. En 1449, gracias al arzobispo Alonso Carrillo de Acuña, la aldea se independizó de Iznatoraf y se convirtió en villa. Desde entonces, Villacarrillo experimentó un crecimiento basado en la agricultura y su posición estratégica entre Úbeda y Granada. A lo largo de los siglos, pese a guerras y conflictos, Villacarrillo ha mantenido su importancia económica y cultural. Patrimonio histórico-artístico El monumento más destacado es la Iglesia Parroquial de Nuestra Señora de la Asunción, obra cumbre del Renacimiento diseñada por Andrés de Vandelvira en el siglo XVI. Conocida como «la catedral de La Loma», impresiona por su fachada plateresca, tres amplias naves y una decoración interior extraordinaria. En el ámbito civil, destacan edificios como el Palacio de los Millán Valderrama, antigua residencia de Vandelvira, y el Palacio del Cardenal Benavides, actualmente biblioteca municipal. El centro histórico alberga numerosas casas señoriales con fachadas blasonadas y elegantes portones que reflejan el esplendor pasado. Otros lugares notables son la Casa de los Pellón, la Iglesia de Santa Isabel de los Ángeles y el Museo de Arte Sacro, donde se conserva valiosa platería histórica. El legado cultural también incluye figuras ilustres como el poeta Matías López Pastor. Costumbres y fiestas El Corpus Christi es la fiesta más destacada de Villacarrillo, famosa por sus calles decoradas con alfombras de serrín coloreado, tapices y altares florales. Esta tradición, documentada desde el siglo XIV, convierte al pueblo en un espectacular escenario efímero. La Semana Santa es otra festividad importante, con procesiones llenas de tradición y silencio respetuoso, destacando pasos como Nuestro Padre Jesús Nazareno y la Virgen de los Dolores. Las fiestas patronales del Cristo de la Vera Cruz y la Virgen del Rosario, en septiembre, son populares por sus emocionantes encierros taurinos nocturnos y procesiones solemnes, seguidas por días de alegría en la feria. A lo largo del año también se celebran fiestas tradicionales como San Antón, la Romería de la Virgen de la Cabeza, la Candelaria, las Cruces de Mayo y eventos culturales como el Certamen Internacional de Pintura Rápida. Villacarrillo es conocido además por su cultura de la tapa. Atractivos turísticos actuales La Sierra de Las Villas, parte del Parque Natural de Cazorla, Segura y Las Villas, ofrece experiencias naturales únicas. Destaca la Cascada de La Osera, la más alta de Andalucía con 130 metros, ideal para amantes del senderismo y la fotografía natural. En Mogón, pedanía de Villacarrillo, el río Guadalquivir ofrece refrescantes zonas de baño natural. El municipio también destaca en espeleología, con un activo grupo local que explora y habilita cuevas para turismo subterráneo. El oleoturismo es otra gran oferta local, pues Villacarrillo es el primer productor mundial de aceite de oliva a nivel municipal. Empresas locales ofrecen visitas guiadas y catas de aceite de oliva virgen extra, destacando la famosa almazara El Pilar. Finalmente, el casco urbano invita a pasear tranquilamente, disfrutando de plazas animadas como la Plaza de la Constitución y la Plaza de San Fernando. La hospitalidad de sus habitantes hace aún más agradable la visita. Conclusión Villacarrillo ofrece una experiencia turística completa donde historia, tradiciones vivas y naturaleza se combinan armoniosamente. Ya sea admirando su patrimonio renacentista, explorando su espectacular entorno natural o disfrutando de sus festividades únicas, este municipio jiennense cautiva al viajero con autenticidad y calidez. Villacarrillo es más que un destino turístico; es un lugar para vivir con los cinco sentidos.
Sorihuela del Guadalimar: fervor y tradición a orillas del río
Introducción Encendida por el sol a más de 1.000 metros de altitud, Iznatoraf se alza como eterna vigía de la comarca de Las Villas. Este pequeño pueblo jiennense, de calles laberínticas y encanto multicultural, guarda entre sus muros historias asombrosas. Según consta en su archivo histórico, Miguel de Cervantes visitó la localidad en 1592 como recaudador de impuestos. Incluso San Juan de la Cruz pasó por aquí, realizando un exorcismo. Con semejante carta de presentación, el viajero intuye que se encuentra ante un lugar único. En Iznatoraf, leyenda y realidad confluyen bajo el cielo andaluz, sorprendiendo con su legado histórico, patrimonio artístico y paisajes espectaculares. Orígenes históricos La zona de Iznatoraf estuvo habitada desde épocas muy tempranas. Existen vestigios desde el III milenio a.C., vinculados a rutas hacia las minas de Sierra Morena. El núcleo urbano actual se formó durante la dominación musulmana. El nombre Iznatoraf proviene del árabe Hisn al-Turab, que significa «castillo de tierra o polvo», aludiendo a la fortaleza edificada en el siglo XI. La medina fortificada fue un enclave estratégico hasta 1235, cuando capituló pacíficamente ante las tropas castellanas de Fernando III el Santo. Tras la Reconquista, Fernando III otorgó a Iznatoraf el Fuero de Cuenca. Alfonso X la incorporó más tarde al Adelantamiento de Cazorla, bajo jurisdicción del arzobispo de Toledo. En la Baja Edad Media, Iznatoraf lideró un territorio extenso del que surgieron pueblos como Villanueva del Arzobispo (1396) y Villacarrillo (1450). Patrimonio histórico-artístico La villa de Iznatoraf, declarada Conjunto Histórico-Artístico en 2012, conserva un trazado urbano morisco, con calles estrechas y empedradas, plazas acogedoras y rincones floridos. Destacan fragmentos de murallas y puertas monumentales, como la Puerta del Arrabal, un arco renacentista muy fotografiado. Otros puntos de interés son el Arco del Pozo y el Arco de la Virgen del Postigo, integrados en la vida cotidiana. El principal monumento es la Iglesia Parroquial de Nuestra Señora de la Asunción, construida entre 1583 y 1591 por Alonso de Barba, discípulo de Andrés de Vandelvira. Su interior presenta tres naves decoradas al estilo manierista, lo que le valió el sobrenombre de “la catedral de La Loma”. En el altar mayor se venera a la Virgen de la Asunción, y el templo alberga una notable colección de platería sacra. Otras joyas patrimoniales son la Ermita del Santísimo Cristo de la Vera Cruz (siglos XVII-XVIII), patrón del pueblo, y el Museo de Artes Populares, que muestra herramientas agrícolas y trajes tradicionales. La arquitectura local, con casas de piedra, portones de madera y patios con macetas, refleja el orgullo de conservar la historia. Costumbres y fiestas Las Fiestas Patronales en honor al Cristo de la Vera Cruz, celebradas a principios de septiembre, son famosas por sus encierros nocturnos de reses bravas. La celebración culmina en una procesión solemne con gran participación popular. La Semana Santa en Iznatoraf destaca por la autenticidad y respeto a las tradiciones antiguas. Se utilizan imágenes procesionales históricas, hábitos típicos, faroles y cánticos heredados de generación en generación. Las Cruces de Mayo adornan el pueblo cada primavera, y en verano se celebran veladas al aire libre con música, baile y gastronomía local. Atractivos turísticos actuales Gracias a su elevada ubicación, Iznatoraf ofrece vistas panorámicas impresionantes desde miradores como el de Peñalta o la Cuesta de Santa Ana. Desde ellos se divisan mares de olivos y, en días despejados, incluso Sierra Nevada. Al atardecer, el paisaje adquiere tonos dorados inolvidables. El pueblo es entrada al Parque Natural de las Sierras de Cazorla, Segura y Las Villas, ideal para actividades como senderismo, observación de aves y fotografía naturalista. En primavera, las calles de Iznatoraf se llenan de flores, especialmente en la Plaza del Convento o la Calle Empedrada. La gastronomía local destaca por platos tradicionales como pipirrana, migas ruleras y guiso de andrajos con liebre, acompañados siempre de aceite de oliva virgen extra. Conclusión Iznatoraf ofrece una experiencia auténtica donde historia, cultura y naturaleza conviven en armonía. Sus atardeceres sobre olivos infinitos, antiguas leyendas, calles con encanto y hospitalidad sincera hacen de este pueblo un destino inolvidable. Visitar Iznatoraf no es solo turismo; es sumergirse en la historia viva de la España rural más genuina.
Iznatoraf: la eterna vigía de Las Villas
Descubre Iznatoraf Y pasea por sus calles Encendida por el sol a más de 1.000 metros de altitud, Iznatoraf se alza como eterna vigía de la comarca de Las Villas. Este pequeño pueblo jiennense, de calles laberínticas y encanto multicultural, guarda entre sus muros historias asombrosas. Según consta en su archivo histórico, en 1592 visitó la localidad Miguel de Cervantes en calidad de recaudador de impuestos. Incluso San Juan de la Cruz pasó por aquí, realizando un exorcismo a un poseso. Con semejante carta de presentación, el viajero intuye que se encuentra ante un lugar único. En Iznatoraf, leyenda y realidad confluyen bajo el cielo andaluz, prometiendo sorprender con su legado histórico, patrimonio artístico y panoramas espectaculares. Orígenes históricos La zona de Iznatoraf estuvo habitada desde épocas muy tempranas, existiendo asentamientos desde el III milenio a.C. que controlaban rutas hacia las minas de Sierra Morena. Sin embargo, el núcleo urbano actual se forjó durante la dominación musulmana. El nombre de Iznatoraf proviene del árabe Hisn al-Turab, que significa «castillo de tierra o polvo». Esto alude a la fortaleza construida en el siglo XI en lo alto de la loma donde se asienta el pueblo. La medina fortificada fue enclave estratégico hasta que, en 1235, capituló pacíficamente ante las tropas castellanas del rey Fernando III el Santo. Tras la Reconquista, Fernando III otorgó a Iznatoraf el Fuero de Cuenca. Poco después, Alfonso X la incorporó al Adelantamiento de Cazorla bajo jurisdicción del arzobispo de Toledo. Durante la Baja Edad Media, Iznatoraf fue cabecera de un extenso territorio del que se segregaron pueblos como Villanueva del Arzobispo (1396) y Villacarrillo (1450). Patrimonio histórico-artístico La villa de Iznatoraf, declarada Conjunto Histórico-Artístico en 2012, mantiene el sabor morisco con su trazado urbano de estrechas calles empedradas, pequeñas plazas y rincones floridos. Se conservan lienzos de murallas y varias puertas monumentales, como la Puerta del Arrabal, imponente arco renacentista muy fotografiado. Otros puntos destacados son el Arco del Pozo y el Arco de la Virgen del Postigo, vestigios medievales integrados en la vida cotidiana. El monumento principal es la Iglesia Parroquial de Nuestra Señora de la Asunción, edificada en estilo renacentista entre 1583 y 1591 por Alonso de Barba, discípulo de Andrés de Vandelvira. Su interior presenta tres naves con detalles manieristas, ganándose el sobrenombre de “la catedral de La Loma”. En el altar mayor se venera a la Virgen de la Asunción, y la iglesia custodia una valiosa colección de platería sacra. Otros hitos patrimoniales incluyen la Ermita del Santísimo Cristo de la Vera Cruz (siglos XVII-XVIII), patrón del pueblo, y el Museo de Artes Populares, que conserva aperos agrícolas y trajes tradicionales. Las casas de piedra, portones de madera y patios con macetas reflejan el orgullo local por preservar su legado histórico. Costumbres, fiestas y tradiciones Las Fiestas Patronales en honor al Cristo de la Vera Cruz, celebradas en la primera semana de septiembre, destacan por sus famosos encierros nocturnos de reses bravas. La fiesta culmina con una procesión solemne en la que participa todo el pueblo. La Semana Santa en Iznatoraf destaca por su autenticidad y respeto a las tradiciones, con antiguas tallas procesionales, hábitos, faroles y cánticos heredados de generación en generación. Además, las Cruces de Mayo decoran las calles cada primavera con cruces florales, y durante el verano hay animadas veladas al aire libre con música, baile y gastronomía típica. Atractivos turísticos actuales La ubicación elevada de Iznatoraf ofrece vistas panorámicas únicas desde sus miradores, como el Mirador de Peñalta o la Cuesta de Santa Ana. Desde aquí se observan mares de olivos y, en días despejados, la silueta de Sierra Nevada. Al atardecer, el paisaje adquiere un tono dorado inolvidable. Además, el pueblo es puerta de entrada al Parque Natural de las Sierras de Cazorla, Segura y Las Villas, ideal para actividades como senderismo, observación de aves y fotografía de naturaleza. En primavera, las calles del pueblo se llenan de flores, especialmente en rincones pintorescos como la Plaza del Convento o la Calle Empedrada. La gastronomía local ofrece platos caseros como pipirrana, migas ruleras y guiso de andrajos con liebre, siempre acompañados por aceite de oliva virgen extra, auténtico tesoro local. Conclusión Iznatoraf brinda al viajero una experiencia auténtica, donde historia, cultura y naturaleza conviven en armonía. Sus atardeceres sobre olivos infinitos, antiguas leyendas, calles con encanto y hospitalidad sincera hacen de esta villa un destino inolvidable. Visitar Iznatoraf no es solo hacer turismo; es sumergirse en la historia viva de la España rural más genuina.
Higuera de Calatrava: guía completa de este pueblo con historia, encanto y tradición
Hola, soy un viajero amante de los rincones con encanto de Andalucía, y quiero llevarte conmigo a descubrir Higuera de Calatrava (Jaén). Se trata de un pequeño municipio rural situado en la parte occidental de la provincia de Jaén, casi en la frontera con Córdoba. Con apenas unos 600 habitantes actualmente, este pueblo jiennense destaca por su tranquilidad y su entorno de interminables olivares. A unos 40-50 km de la ciudad de Jaén, enclavado en la comarca de la campiña, Higuera de Calatrava te recibe a una altitud de alrededor de 374 metros sobre el nivel del mar, rodeado de colinas suaves cubiertas de olivos que dibujan el paisaje típico de la región. A primera vista, Higuera de Calatrava puede parecer un pueblo más entre olivos, pero en cuanto empiezas a recorrer sus calles y a charlar con sus vecinos, descubres una riqueza histórica y cultural sorprendente. Su mismo nombre ya nos da pistas: «Higuera» hace referencia a la abundancia de higueras o quizás a alguna emblemática que hubo en sus orígenes, y «Calatrava» nos habla de su pertenencia a la poderosa Orden de Calatrava en la época medieval. Este lugar fue estratégico durante la Reconquista, un verdadero lugar de frontera entre reinos, y hoy conserva monumentos como un imponente torreón medieval y una iglesia de siglos pasados que cuentan fragmentos de esa historia. Además, Higuera de Calatrava ha sabido mantener vivas tradiciones únicas (¡ya te hablaré de la curiosa costumbre de «Los Pesos»!) y una gastronomía casera que deleita con sabores de antaño. En esta guía personal, te llevaré por un recorrido exhaustivo: desde la historia de Higuera de Calatrava, pasando por qué ver y hacer, sus fiestas más queridas, la gastronomía típica (se me hace la boca agua de pensarlo), rutas en la naturaleza, hasta consejos de cómo llegar, dónde comer y alojarte, y una sección final de preguntas frecuentes para que no te quede ninguna duda. Prepárate para conocer a fondo este pueblo con mucho encanto en Jaén. ¡Vamos a empezar este viaje! 😃 Historia de Higuera de Calatrava Cuando llegué a Higuera de Calatrava por primera vez, sentí la presencia de siglos de historia en sus calles tranquilas. Los orígenes de este lugar se remontan mucho más atrás de lo que imaginaba. Arqueológicamente se han encontrado vestigios que indican población humana desde el Neolítico (IV milenio a.C.) en estas tierras. También aparecieron fragmentos de cerámica íbera, romana e incluso árabe, prueba de que muchas culturas han pasado por aquí. En las cercanías, en cerros como La Atalaya, hubo asentamientos fortificados de la Edad del Cobre y del Bronce, y durante la época romana proliferaron fincas agrarias (villae) en el territorio. Es fascinante pensar que bajo los olivares actuales duermen los restos de esas villas romanas y quién sabe cuántas historias. El actual núcleo de Higuera de Calatrava tiene su origen en una alquería (aldea) de época islámica. En aquel entonces se conocía como Higuera de Martos, por su cercanía y dependencia de la ciudad de Martos. No fue sino hasta la Reconquista cristiana que su nombre empezó a resonar en crónicas: en 1225, el rey Fernando III conquistó Martos y la incorporó, junto a sus aldeas, al reino de Castilla. Pocos años después, en 1228, el monarca entregó Martos y sus términos a la Orden militar de Calatrava. Esta orden religioso-militar, encargada de defender la frontera con el reino nazarí de Granada, estableció la encomienda de Martos, incluyendo la entonces llamada Figuera de Martos (nuestra Higuera) entre otras poblaciones de la zona. Bajo los caballeros calatravos, la aldea contó con un castillo fortificado propio, un baluarte defensivo para vigilar la frontera. De aquella fortaleza medieval hoy queda en pie su torre del homenaje, testigo pétreo de batallas y asedios. De hecho, la tradición local cuenta que en 1431 el castillo fue escenario de una cruenta batalla entre el rey Juan II de Castilla y el rey nazarí de Granada, en plena época de conflictos fronterizos. No es de extrañar que Higuera de Calatrava viviera sobresaltos: en el siglo XV sufrió varias incursiones de los granadinos, registrándose ataques especialmente en 1408 y 1471. ¡Qué increíble pensar que este pueblecito tranquilo fue en su día tierra de guerreros y frontera viva entre dos mundos! Con el paso de los siglos, y tras la caída del reino nazarí, Higuera fue asentándose en paz. En el año 1600, la antigua Higuera de Martos obtuvo el título de Villa independiente, desligándose administrativamente de Martos. A partir de entonces comenzó a llamarse Higuera de Calatrava, ya que aunque era villa propia, seguía bajo la jurisdicción de la Orden de Calatrava. Imagino el orgullo de los habitantes al tener identidad propia, aunque el destino les depararía épocas difíciles. Durante siglos, la economía fue eminentemente agrícola, con el olivar y los cereales dominando el paisaje, y la población fue creciendo lentamente. Avanzando a la época moderna y contemporánea, uno de los momentos más duros en la historia local fue la Guerra Civil Española (1936-1939). Por su posición geográfica, Higuera de Calatrava quedó muy afectada por el conflicto. Tras la guerra, el pueblo fue prácticamente reconstruido casi desde cero. Muchas edificaciones, como el Ayuntamiento y la iglesia, tuvieron que ser restauradas o rehechas por el organismo de «Regiones Devastadas» del régimen de posguerra. De hecho, el edificio del actual Ayuntamiento data de 1948 y fue construido bajo ese plan de reconstrucción. A pesar de la devastación, los higuereños sacaron fuerzas para levantar de nuevo sus casas y calles sobre las ruinas, preservando en lo posible sus señas de identidad. Como muchas pequeñas localidades rurales, Higuera sufrió a mediados del siglo XX un fuerte fenómeno de emigración. Me contaban algunos vecinos mayores que en los años 50 y 60 numerosas familias se marcharon en busca de oportunidades a Cataluña, Madrid o al extranjero. Para hacernos una idea: en 1940 el pueblo rondaba los 1.900 habitantes, y hoy apenas llega a 600. Este descenso demográfico, común en la provincia de Jaén, dejó un pueblo más pequeño
Guarromán: guía completa de turismo, historia y consejos para visitarlo
Cuando llegué por primera vez a Guarromán, en la provincia de Jaén, no sabía exactamente qué esperar de este pequeño municipio andaluz. Guarromán es conocido por su nombre curioso (que suele arrancar una sonrisa), pero pronto descubrí que detrás de esa palabra llamativa hay un pueblo lleno de historia, encanto rural y gente orgullosa de sus raíces. Se trata de una localidad perteneciente a la comarca de Sierra Morena, con unos 2.700 habitantes, fundada en el siglo XVIII dentro de un ambicioso proyecto ilustrado. ¿Por qué visitar Guarromán? Te lo cuento en primera persona: recorrer sus tranquilas calles de trazado colonial, disfrutar de su entorno natural y saborear su gastronomía típica hacen que la visita merezca la pena. Además, su ubicación junto a la autovía que une Madrid y Andalucía la convierte en una parada ideal para viajeros. A lo largo de esta guía completa voy a compartir contigo todo lo que necesitas saber para sacar el máximo partido a tu visita a Guarromán: desde sus orígenes históricos hasta qué ver, dónde comer un buen plato casero o cuál es la mejor época para acercarte. Acompáñame a descubrir Guarromán, un destino sorprendente por su historia colonial, su peculiar nombre de origen árabe y el carácter acogedor de sus vecinos. ¡Vamos allá! Historia de Guarromán La historia de Guarromán es fascinante, vinculada estrechamente a la Ilustración española. El pueblo fue fundado en 1767 como parte del proyecto de colonización de Sierra Morena emprendido por el rey Carlos III. En aquel entonces, el objetivo era poblar estas tierras despobladas del Camino Real (la ruta que unía Madrid con Andalucía) para garantizar la seguridad frente a bandoleros. Pablo de Olavide, asistente del rey, fue el encargado de llevar a cabo el plan repoblando la zona con colonos centroeuropeos: llegaron familias principalmente de Alemania y Bélgica, además de suizos, franceses, italianos e incluso algunos colonos de regiones españolas como Cataluña o Galicia. De hecho, el nombre original de la colonia fue Muzquia, en honor a un ministro de Carlos III, aunque con el tiempo recuperó el topónimo tradicional de la zona. Hablando del nombre de Guarromán, tiene un origen muy distinto a lo que muchos piensan. Lejos de venir de la palabra «guarro» (¡nada que ver!), Guarromán proviene del árabe Wadi-r-rumman, que significa «río de los granados». Este nombre hacía referencia a un arroyo local lleno de árboles de granada y evolucionó de Guadarromán a la forma actual. Hoy en día los guarromanenses llevan con orgullo ese nombre tan peculiar: no en vano, aquí tiene su sede la Asociación Internacional de Pueblos con Nombres Feos, Raros y Peculiares, una iniciativa de humor y cultura popular que reúne a localidades con nombres singulares. ¡Imagina las anécdotas que surgen de eso! Tras su fundación ilustrada, Guarromán prosperó como pueblo agrícola. A mediados del siglo XIX vivió un nuevo impulso gracias a la explotación de minas de plomo y plata en la zona (hoy todavía se pueden encontrar vestigios mineros en sus alrededores). Esto atrajo a más pobladores, incluyendo mineros de otras provincias andaluzas. Con el tiempo, la economía local se centró en la agricultura del olivar –el árbol estrella de Jaén– y en servicios ligados a su posición estratégica junto a la carretera principal. Hoy Guarromán conserva el legado de aquella historia: un trazado urbano en damero típico de las colonias de Carlos III, edificios históricos del siglo XVIII y tradiciones únicas que mezclan influencias centroeuropeas con costumbres andaluzas. Pasear por sus calles es casi viajar en el tiempo y entender un capítulo singular de la historia de Andalucía. Qué ver en Guarromán A pesar de ser un pueblo pequeño, Guarromán cuenta con varios lugares de interés que permiten al visitante apreciar su patrimonio histórico y cultural. Te recomiendo recorrerlo con calma, a pie, para no perder detalle de sus rincones. Aquí te presento qué ver en Guarromán y por qué cada sitio merece una parada: Iglesia de la Inmaculada Concepción y Plaza de la Constitución El corazón del casco urbano es la Plaza de la Constitución, una explanada amplia y luminosa que sirve de punto de encuentro para los vecinos. Presidiendo la plaza se alza la Iglesia de la Inmaculada Concepción, principal templo del pueblo. Esta iglesia parroquial fue construida a finales del siglo XVIII, siguiendo el modelo arquitectónico empleado en las demás colonias de Sierra Morena. Su fachada sencilla y elegante refleja el estilo neoclásico de la época de Carlos III. Al entrar, encontrarás una atmósfera tranquila y unas naves de proporciones armoniosas. Esta iglesia no solo es un lugar de culto, sino también un testimonio vivo del pasado ilustrado de Guarromán. Justo alrededor de la iglesia y la plaza verás ejemplos de la arquitectura doméstica colonial: casitas de dos plantas, alineadas en manzanas rectangulares, que aún conservan esa traza urbanística cuadriculada planificada en el siglo XVIII. En un lateral de la plaza fíjate en la Fuente Taza, una curiosa fuente pública con forma poligonal y pila de piedra, que surtía de agua a los habitantes (hoy es un bonito adorno céntrico). La plaza también alberga el Ayuntamiento y suele ser lugar de mercadillo, celebraciones al aire libre y tertulias al atardecer. Sentarse en un banco aquí y observar la vida local es una de esas pequeñas delicias de visitar un pueblo andaluz. Monumento al Sagrado Corazón de Jesús Otro lugar emblemático de Guarromán es el Monumento al Sagrado Corazón de Jesús, que te llamará la atención por su ubicación elevada. Se trata de una escultura del Sagrado Corazón situada sobre un alto pilar, en el paseo arbolado del mismo nombre. Fue erigido en 1950 como símbolo de protección para el pueblo, y desde entonces se ha convertido en un icono local. Para llegar hasta la estatua tendrás que caminar unos minutos desde la plaza principal, subiendo por la calle del Sagrado Corazón. Merece la pena: desde la base del monumento obtendrás bonitas vistas panorámicas de Guarromán y sus alrededores. Al atardecer, la imagen del pueblo con la luz dorada y el Sagrado Corazón dominando
Génave: Qué Ver, Historia, Naturaleza y Guía Completa
He tenido la oportunidad de adentrarme en Génave, un pequeño pueblo serrano en la provincia de Jaén, y desde el primer momento me sentí cautivado por su encanto rural. Génave (Jaén) es un destino fuera de las rutas turísticas masivas, un rincón auténtico de la Sierra de Segura rodeado de infinitos olivares y sierras ondulantes. A simple vista destaca la tranquilidad de sus calles blancas y la hospitalidad de sus habitantes, pero conforme uno explora, descubre una riqueza histórica sorprendente y un entorno natural privilegiado. En esta guía completa quiero compartir, en primera persona, todo lo que descubrí en Génave: su historia milenaria, los lugares imprescindibles que ver, rutas de senderismo panorámicas, tradiciones únicas, deliciosa gastronomía local y consejos prácticos para planificar tu visita. Prepárate para conocer un pueblo con alma, donde el tiempo parece ir más despacio y cada rincón cuenta una historia. Historia y patrimonio La historia de Génave se siente en cada piedra de sus monumentos. Me impresionó saber que los orígenes de este municipio se remontan a tiempos prehistóricos, con vestigios íberos, romanos e incluso visigodos hallados en la zona. Durante siglos, Génave fue tierra de frontera: en la Edad Media estaba situada en la línea divisoria entre los territorios musulmanes (la taifa de Alcaraz y Segura) y el reino cristiano de Castilla (Campo de Montiel). Esta posición estratégica hizo que aquí se levantaran fortificaciones defensivas para vigilar los valles y caminos circundantes. Paseando por el casco antiguo, me encontré con el símbolo más emblemático de Génave: la Torre de la Tercia. Este robusto torreón de piedra, de imponente estructura cúbica, fue en su día la torre del homenaje de un pequeño castillo bajomedieval. Construido entre los siglos XIII y XIV tras la reconquista cristiana, servía de refugio a la población cuando acechaban incursiones sarracenas. Hoy en día la Torre de la Tercia se conserva en buen estado, declarada Bien de Interés Cultural, y se alza en plena plaza del pueblo recordándonos esa época fronteriza llena de batallas y leyendas. No pude evitar subir por sus inmediaciones y imaginar la vida en aquel castillo, oteando el horizonte de olivares tal como hacían los guardias medievales. A unos 3 kilómetros de Génave, escondidas entre cerros, se encuentran las ruinas de la Torre de Zarracotín, también llamada Castillo de la Laguna. Decidí aventurarme por un camino de tierra para visitar este antiguo puesto de vigilancia. Aunque está bastante derruido y cubierto de vegetación, aún se aprecia la base de una torre rectangular de piedra y restos de muros alrededor. Este enclave fue probablemente una atalaya cristiana del siglo XIII diseñada para controlar los campos y defender el territorio en tiempos convulsos. Caminar entre sus ruinas, en silencio y con unas vistas panorámicas de la comarca, me conectó con la historia profunda de Génave y el valor estratégico que tuvo este lugar. Otro tesoro patrimonial que descubrí es la Iglesia Parroquial de la Inmaculada Concepción, el principal templo del pueblo. Su fachada austera esconde una historia arquitectónica interesante: se empezó a construir en el siglo XIII, poco después de la conquista de Génave a los árabes, inicialmente con estilo gótico. Más tarde, en el siglo XVI, la iglesia fue ampliada y reformada en estilo renacentista, añadiendo una portada plateresca adornada con la cruz de la Orden de Santiago, orden militar que administró esta zona tras la Reconquista. Al entrar, noté que el interior es de una sola nave con arcos apuntados y capillas laterales, combinando elementos góticos, renacentistas y toques barrocos finales del siglo XVIII. Esta mezcla de estilos le da un carácter único. Me conmovió especialmente pensar en cómo generaciones de genaveros han celebrado aquí sus misas y fiestas desde hace más de 700 años, bajo el mismo techo de madera que hoy sigue en pie. La riqueza histórica de Génave no solo está en sus edificios. Mientras conversaba con un vecino, aprendí que en 1551 el rey Felipe II le concedió a Génave el título de villa independiente. A partir del siglo XVIII formó parte de la llamada Provincia Marítima de Segura (una curiosa división administrativa de la época) y desde entonces ha mantenido su identidad rural. Otro dato interesante es que a finales del siglo XIX llegó el cultivo extensivo del olivar, transformando la economía local. De hecho, Génave fue pionero en la producción de aceite de oliva ecológico, un orgullo que mencionaré más adelante. Con los años, el municipio pasó de tener casi 2.400 habitantes a mediados del siglo XX a apenas unos 550 en la actualidad, debido en parte a la emigración y a la cancelación de un proyecto ferroviario cercano que prometía desarrollo. Sin embargo, esa disminución de población también ha contribuido a preservar la esencia tradicional del pueblo, libre de grandes cambios urbanísticos. Qué ver y qué hacer en Génave A pesar de ser un pueblo pequeño, en Génave encontré varias visitas y actividades que merecen la pena. Recorrer sus calles es el primer plan obligatorio: el casco urbano es tranquilo y pintoresco, con casas encaladas y tejados de teja roja. Me perdí por sus callejuelas, disfrutando de detalles como antiguos portones de madera, macetas floridas en las ventanas y rincones con bancos donde los vecinos se sientan a charlar al atardecer. En el centro del pueblo se halla la Plaza Mayor, presidida por la Torre de la Tercia y el edificio del Ayuntamiento. Este es un buen lugar para tomar fotografías que combinen la estampa medieval de la torre con el entorno de olivares que se divisa a lo lejos. Uno de mis momentos favoritos fue visitar la Torre de la Tercia de cerca. En la plaza hay paneles informativos que explican su historia, y suele estar iluminada por la noche, lo que le da un aire muy evocador. Justo al lado se levanta la Iglesia de la Inmaculada Concepción, por lo que es cómodo ver ambos iconos patrimoniales en un mismo paseo. Si tienes suerte de coincidir con la iglesia abierta (a menudo tras la misa), no dudes en
Guía completa de Fuerte del Rey: historia, naturaleza, fiestas y consejos
Cuando visité Fuerte del Rey, un pequeño pueblo a sólo 15 km al noroeste de Jaén capital, me di cuenta de que estaba ante una joya escondida de la campiña jiennense. Desde el primer momento, su entorno de suaves colinas cubiertas de olivos me resultó acogedor y familiar – no en vano estamos en la tierra del aceite de oliva. En este pueblo de unos 1.300 habitantes, se respira tranquilidad y autenticidad rural, pero también asoma una rica historia que se remonta a tiempos íberos y romanos, junto con tradiciones arraigadas que sus vecinos mantienen vivas con orgullo. En esta guía te voy a contar en primera persona todo lo que he aprendido y disfrutado de Fuerte del Rey: su historia y patrimonio cultural, los paisajes naturales y rutas que enamoran a cualquier amante del senderismo, las fiestas locales donde vibra la alegría del pueblo, su sabrosa gastronomía con el inconfundible sello del aceite de Jaén, y consejos prácticos sobre dónde comer, dónde alojarse y cómo llegar cómodamente. Mi objetivo es que, cuando termines de leer, sientas que ya conoces este rincón andaluz y estés deseando planear tu visita. ¡Vamos a descubrir Fuerte del Rey juntos! Historia y patrimonio de Fuerte del Rey Llegué a Fuerte del Rey intrigado por su nombre tan peculiar. Pronto descubrí que su historia es tan rica como su denominación. Te cuento: en la antigüedad, mucho antes de existir el pueblo actual, estas tierras ya estaban habitadas. De hecho, en los cerros de Las Atalayuelas, a las afueras, se esconde uno de los yacimientos íberos más estudiados de España. Allí hubo un oppidum ibérico, una ciudad fortificada del segundo milenio a.C., que luego continuó ocupada en época romana y incluso fue refugio defensivo tras la invasión islámica. Pasear por esa zona es casi como viajar en el tiempo, imaginando a los antiguos íberos venerando a sus dioses en un santuario cuyo rastro todavía perdura entre las piedras milenarias. Ya en la Edad Media, el núcleo de población actual empezó a tomar forma gracias a un elemento clave: una fuente de agua. El lugar era conocido originalmente como Fuente del Rey, debido a un manantial importante (la Fuente de Regomello, que aún existe) que pertenecía al rey o al concejo de Jaén. En torno a esa fuente estratégica – y al estar situado en el camino que unía Andújar con Jaén y la histórica ciudad de Arjona – fue creciendo un caserío. Entre los siglos XI y XIII, en plena Reconquista, se levantó una fortificación defensiva para proteger Jaén y marcar la frontera entre las tierras de la Corona y las de la Orden de Calatrava. De hecho, el nombre Fuerte del Rey proviene de ese fuerte fronterizo que estaba bajo dominio del rey. Durante esas épocas turbulentas, el fuerte fue testigo de luchas históricas, como las disputas en el siglo XV entre los partidarios del rey Enrique IV (liderados por el célebre condestable Lucas de Iranzo en Jaén) y los de la Orden de Calatrava comandados por Don Pedro Girón. ¡Imagina la de historias de caballeros que encierran estas tierras! Con el tiempo, ya en 1765, aquel poblado llamado Fuente del Rey se renombró oficialmente como Fuerte del Rey, reflejando ese pasado militar. Y a inicios del siglo XIX (entre 1803 y 1805) logró independizarse administrativamente de Jaén, convirtiéndose en el municipio que hoy conocemos. El patrimonio histórico que puedes visitar en el pueblo gira en torno a un par de edificios emblemáticos en la Plaza de la Constitución, el corazón del pueblo. Por un lado está la Iglesia de la Natividad de Nuestra Señora, que se terminó de construir a finales del siglo XVIII, en 1796. Es un templo de una sola nave, sencillo pero encantador, con sus paredes encaladas y amplios arcos de medio punto. Lo que más me llamó la atención fue su espadaña (el campanario de pared) de tres cuerpos, que se alza a los pies de la iglesia y le da un perfil inconfundible al skyline del pueblo. Dentro de la iglesia encontrarás varias imágenes religiosas que salen en procesión durante la Semana Santa y las fiestas, colocadas en nichos laterales fruto de una reforma posterior. Al entrar sentí esa paz especial de las iglesias de pueblo, iluminada por la luz que entraba por las vidrieras de colores amarillos y azules. Frente a la iglesia se encuentra la otra joya local: la antigua Fábrica de Harinas Nuestra Señora del Rosario, una vieja harinera de 1930 que fue durante décadas el motor económico de Fuerte del Rey. Este edificio de dos plantas, con fachada de piedra y ladrillo, me sorprendió porque combina estética industrial y rural a la vez. Fue uno de los molinos harineros más antiguos de la provincia y molió trigo hasta 1974. Imagínate, generaciones de agricultores traían aquí sus cosechas de cereal en los años 40 y 50. Hoy la fábrica está protegida como Bien de Interés Cultural y el ayuntamiento la ha restaurado con mucho mimo para convertirla en un museo etnológico dedicado a la agricultura y la vida rural. De hecho, en la planta baja ya habilitaron una sala de exposiciones, y cuando la visité pude ver parte de la maquinaria original: enormes cernedores de madera, viejas poleas y molinos metálicos que aún se conservan in situ. ¡Una pasada para los amantes del turismo industrial! Te recomiendo asomarte, porque entenderás la importancia que tuvo el trigo antes de que el olivo dominara el paisaje. Además de estos dos imprescindibles, dando un paseo por el casco urbano descubres otros rincones con encanto. Muy cerca está el Ayuntamiento (un edificio moderno integrado en la plaza) y algunas casas tradicionales con fachadas encaladas y rejas floridas, típicas andaluzas, que mantienen la estampa pintoresca del pueblo. Si te interesan las huellas del pasado, a las afueras existen restos de antiguas atalayas o torres vigía medievales. En particular, te destaco la llamada Torre de María Martín (conocida localmente como El Torreón). Hoy son ruinas, pero aún se aprecia parte de
Fuensanta de Martos: guía completa de un pueblo con historia, naturaleza y tradición
Cuando viajé por la provincia de Jaén, descubrí un pequeño tesoro escondido entre colinas de olivos: Fuensanta de Martos. Se trata de un pueblo andaluz de unos 3.000 habitantes, ubicado a unos 700 metros de altitud en la comarca de la Sierra Sur. Su nombre, Fuensanta, significa «fuente santa», y pronto entenderás por qué: aquí brotan historia, leyendas y tradiciones en cada rincón. En cuanto puse un pie en sus calles tranquilas, me envolvió el ambiente acogedor de la vida rural jiennense. Fuensanta de Martos (Jaén) combina un rico patrimonio histórico con una naturaleza privilegiada, y presume de costumbres únicas como una representación de Semana Santa que me dejó sin palabras. En esta guía te hablaré en primera persona de todo lo que aprendí y viví en Fuensanta de Martos: su historia, qué ver y hacer, las mejores rutas por la naturaleza, sus fiestas más entrañables, la deliciosa gastronomía local, dónde puedes alojarte, cómo llegar y algunos consejos prácticos para que tu visita sea inolvidable. ¡Acompáñame a descubrir este encantador rincón de Jaén! Historia y patrimonio Fuensanta de Martos tiene orígenes vinculados a la cercana Martos, ciudad de la que formó parte históricamente bajo la Orden militar de Calatrava en la Edad Media. Cuenta la leyenda local que, en el Cerro del Calvario a las afueras del pueblo, la Virgen de la Fuensanta se le apareció a un pastor cordobés siglos atrás. Según me contaron los vecinos, la Virgen pidió allí la construcción de una ermita; de hecho, se llegó a levantar un pequeño templo junto a la Fuente Negra (un manantial al que se atribuyeron propiedades milagrosas, dando origen al nombre del pueblo). Lamentablemente, una gran riada destruyó aquella primitiva ermita, y con el tiempo la imagen de la patrona fue trasladada al templo principal del casco urbano. Esta mezcla de fe y leyenda forma parte de la identidad fuensanteña y todavía se recuerda con devoción. Paseando por el centro histórico, pude apreciar varios monumentos destacados que hablan de la historia y el patrimonio de Fuensanta: Iglesia parroquial de Nuestra Señora de la Fuensanta: Es el monumento más emblemático del pueblo. Construida en el siglo XVI, esta iglesia de estilo renacentista sobrio domina la plaza central con su robusta torre campanario. Al entrar, me sorprendió su interior de planta de cajón dividida en tres naves, sostenidas por columnas de capiteles dóricos. A pesar de no ser un templo ostentoso, tiene una elegancia sencilla que refleja la devoción del pueblo. La fachada principal es sencilla, pero fíjate en la portada lateral que da al Paseo de los Naranjos: frente a ella se encuentra la famosa Fuente de la Negra, creando un eje perfecto entre iglesia y fuente. La torre de la iglesia, integrada en una esquina del edificio, añade verticalidad al paisaje urbano; si tienes la suerte de verla al atardecer, entenderás por qué este lugar es tan especial. Fuente de la Negra: Justo enfrente de la iglesia, en línea recta con su portada lateral, se sitúa esta fuente singular, muy querida por los fuensanteños. Su diseño actual data de mediados del siglo XX, elegido por votación popular entre los vecinos, lo que demuestra el cariño que le tienen. La fuente presenta una estructura cúbica simétrica, con tres arcos de medio punto de los que brota el agua, separados por un arco central más grande. Cuando la vi, entendí que más allá de su sencilla arquitectura, la Fuente de la Negra es un lugar de encuentro y un símbolo del pueblo. Dentro de una hornacina acristalada en la propia fuente se venera una pequeña imagen de la Virgen de la Fuensanta, de tamaño diminuto (unos 8 cm) pero de gran valor emocional. Ver el agua cristalina fluir entre las piedras mientras los rayos de sol la iluminan es una estampa llena de paz. Antiguo Lavadero municipal: A pocos pasos de la fuente, siguiendo el cauce del pequeño río (conocido por algunos como río de la Virgen), encontré el histórico lavadero público del pueblo. Construido en el siglo XVII, este lavadero techado era el lugar donde, hasta no hace tantas décadas, las mujeres del pueblo se reunían para lavar la ropa a mano en el canal central de agua. Su arquitectura es sencilla pero interesante: una nave alargada con arcos de medio punto rebajados (carpaneles) en la entrada y una curiosa columna central de estilo salomónico que sostiene parte del tejado. Al asomarme dentro, imaginé el bullicio de antaño, con conversaciones y canciones resonando mientras se hacía la colada. Hoy el lavadero permanece como testigo etnográfico de la vida comunitaria tradicional. Fuente de Mateo de Inurria: Este es un dato curioso que aprendí investigando la historia local. Además de las fuentes públicas, Fuensanta atesora una pequeña fuente histórica dentro de una vivienda privada. Se trata de una fuente de piedra diseñada en 1851 por Mateo de Inurria, de apenas metro y medio de altura, que destaca por su armonía y proporción. Aunque está en el patio de la casa de una familia local y no es visitable libremente, su valor artístico es notable, hasta el punto de estar protegida legalmente como parte del patrimonio. Me pareció fascinante cómo incluso en el ámbito privado se esconde patrimonio: ¡un pequeño tesoro arquitectónico oculto tras las puertas de una casa! Torre del Algarrobo: Los alrededores de Fuensanta de Martos también guardan vestigios de tiempos pasados. En lo alto del cerro del mismo nombre, a unos kilómetros del casco urbano, se alzan las ruinas de la Torre del Algarrobo, una antigua atalaya medieval. Esta torre de vigilancia fue construida en el siglo XIII, probablemente por la Orden de Calatrava, para controlar el territorio en la época de la frontera entre cristianos y nazaríes. Está declarada Bien de Interés Cultural, aunque desgraciadamente ha sufrido daños (incluso un acto vandálico en 2016 derribó parte de sus muros). Aun así, decidí acercarme caminando por un sendero entre olivos y encinas. Llegar hasta la torre tiene recompensa: las vistas desde el Cerro del Algarrobo son impresionantes, divisando campos
Frailes: Un recorrido personal por su historia, encanto y tradiciones
¡Hola! Soy un amante de los viajes rurales, y hoy quiero llevarte conmigo a descubrir Frailes, un pequeño pueblo de la Sierra Sur de Jaén que me ha conquistado por completo. Desde el momento en que puse un pie en Frailes (Jaén) quedé maravillado con sus calles serpenteantes, sus fuentes de aguas cristalinas y la amabilidad de sus vecinos (¡aquí a los habitantes se les llama fraileros!). En este artículo te hablaré en primera persona de todo lo que aprendí y viví en Frailes: su historia, qué ver en Frailes, sus maravillosas rutas de senderismo, las fiestas populares que llenan de vida sus calles, la gastronomía típica que deleita el paladar y hasta consejos sobre dónde comer, alojarse y cómo llegar a este encantador rincón andaluz. ¡Acompáñame en este viaje por Frailes, Jaén, y descubre por qué este pueblo merece estar en tu lista de próximos destinos! Historia de Frailes: Orígenes y patrimonio a través del tiempo Cuando paseo por un pueblo con tanta personalidad como Frailes, me gusta imaginar su pasado. Frailes tiene sus orígenes en la Edad Media y ya aparece citado en documentos del siglo XIII bajo el nombre de Alfralyas. Se cree que este nombre podría tener raíces andalusíes (de la época musulmana), lo que nos indica que antes de ser Frailes fue un asentamiento árabe. De hecho, una de las calles más populares del pueblo se llama Almoguer, reminiscencia lingüística de aquel periodo. En 1341, durante la Reconquista, las tropas cristianas del rey Alfonso XI tomaron la cercana ciudad de Alcalá la Real, a la cual pertenecía el territorio de Frailes. Así, la antigua nava de Afralyas pasó a dominio castellano y comenzó a conocerse como Frailes. Durante siglos Frailes dependió de Alcalá la Real, hasta que finalmente consiguió su independencia municipal a mediados del siglo XIX (en 1836 se estableció definitivamente su primer ayuntamiento propio). ¡Imagínate la alegría de los fraileros al tener autonomía después de tantos años! El crecimiento del pueblo estuvo ligado a la religión y la agricultura. A mediados del siglo XVI se construyó una pequeña ermita dedicada a Santa Lucía, justo donde empezaron los primeros asentamientos poblacionales. Con el tiempo, alrededor de esa ermita fue surgiendo el núcleo del pueblo. A finales del siglo XVIII, la ermita de Santa Lucía se elevó al rango de parroquia, y esa iglesia parroquial se convertiría en el corazón de Frailes. Frailes vivió momentos de prosperidad a inicios del siglo XX, pero también épocas duras. Durante la Guerra de la Independencia (invasión napoleónica) en 1810, el pueblo fue ocupado por tropas francesas – cuesta creer que estas tranquilas calles que hoy recorremos tuvieran semejante capítulo bélico. Más tarde, la Guerra Civil española también dejó huella y, en las décadas posteriores, muchos habitantes emigraron buscando mejores oportunidades, lo que redujo la población local. A pesar de las dificultades, Frailes nunca perdió su esencia. Su patrimonio histórico ha sobrevivido: paseando por el pueblo se pueden admirar casas señoriales de distintas épocas, monumentos religiosos y cívicos que cuentan fragmentos de su pasado. Hoy, Frailes es un lugar tranquilo que abraza al viajero con su encanto rural, orgulloso de su historia y tradiciones, pero también mirando al futuro gracias al turismo rural y nuevas iniciativas. ¡Vamos a descubrir todo lo que ofrece! ¿Qué ver en Frailes? Patrimonio, rincones con encanto y naturaleza Una de las cosas que más disfruto al llegar a un pueblo como Frailes es perderme por sus calles. Comencé mi recorrido en la Plaza del Nacimiento, llamada así por la fuente que brota allí: El Nacimiento. Esta fuente natural es el corazón del pueblo, con un abundante manantial de agua fresca que alimenta también un antiguo lavadero público. Me resultó entrañable imaginar cómo, no hace tantas décadas, las mujeres del pueblo se reunían en este lavadero para lavar la ropa a mano mientras charlaban de las novedades locales – algo así como el “corrillo” de la época. El sonido del agua y la historia que rezuma este rincón hacen de la Plaza del Nacimiento un lugar obligatorio que ver en Frailes en cuanto llegas. Continué caminando y cada esquina me regalaba una sorpresa. Descubrí que Frailes es conocido como “el pueblo de las trece fuentes”, porque por todo el casco urbano hay fuentes y pilares distribuidos, todos alimentados por las aguas que bajan de la sierra. ¡El agua está muy presente en Frailes! Por ejemplo, a poca distancia del Nacimiento encontré la Fuente de la Mora y el Pilar de los Llanos, cada cual con su historia. Te recomiendo llevar tu botella y probar el agua fresquísima de alguna fuente; los lugareños presumen de que es de las mejores de la provincia. Siguiendo las callejuelas empedradas bajé hacia un lugar curioso: la Plaza de los Toros. Atento, porque el nombre engaña: en Frailes no hay una plaza de toros como tal. Esta plazoleta y la calle adyacente reciben ese nombre porque antiguamente por allí pasaban las manadas de toros bravos durante la trashumancia, camino de Sierra Morena o de Sierra Nevada. Actualmente es una calle tranquila adornada con muchas macetas con flores de colores. ¡Por un momento pensé que estaba en un patio cordobés! Es un rincón muy fotogénico, perfecto para descansar un minuto a la sombra y apreciar la vida cotidiana del pueblo. Tras ese agradable paseo inicial, llegué al monumento más importante de Frailes: la Iglesia Parroquial de Santa Lucía Mártir. Este templo es el principal patrimonio histórico del pueblo. Me impresionó saber que fue construido entre 1555 y 1576 sobre la antigua ermita original. Su fachada es sobria, de estilo renacentista andaluz, y en el interior alberga algunas obras de arte sacro notables. Por ejemplo, pude contemplar un antiguo Nazareno del siglo XVIII y varios frescos restaurados que cuentan pasajes bíblicos. Pero casi más que el interior, me encantó el entorno: la iglesia está situada en alto, y a un lado tiene un mirador panorámico desde el que se ve todo Frailes. Desde allí aprecié la peculiar geografía del pueblo, dividido
Espeluy: guía completa de qué ver, historia, naturaleza y tradiciones
¿Sabías que un pequeño pueblo junto al Guadalquivir esconde un castillo medieval, tradiciones únicas y sabores serranos y de campiña a la vez? Yo tampoco lo imaginaba hasta que visité Espeluy, en Jaén, y quedé encantado con su mezcla de historia, naturaleza y vida rural auténtica. En esta guía definitiva te cuento en primera persona qué ver y hacer en Espeluy, su fascinante historia, las fiestas y tradiciones que lo hacen especial, su gastronomía típica (¡prepárate para abrir el apetito!), las mejores rutas naturales cercanas, opciones sobre dónde alojarse, cómo llegar cómodamente y mucho más. Acompáñame a descubrir este rincón andaluz que, aunque pequeño, tiene mucho que ofrecer. ¡Vamos allá! 🚗🌄 Historia de Espeluy (Jaén) Llegué a Espeluy con la curiosidad de conocer su pasado, y pronto descubrí que sus raíces se remontan muy atrás en el tiempo. Algunos historiadores creen que Espeluy podría ser la antigua villa romana de “Silpia”, célebre en las campañas del general Escipión por la provincia de Jaén. Lo cierto es que la zona estuvo habitada desde la Prehistoria: en los alrededores se hallaron restos de un poblado del III milenio a.C. con cabañas circulares y escorias de metalurgia. ¡Increíble pensar que estas tierras ya bullían de vida hace miles de años! Del periodo de al-Ándalus aún queda en pie el protagonista indiscutible del pueblo: su castillo medieval. Este castillo, originado en época califal, domina Espeluy desde una colina cercana y está sorprendentemente bien conservado. Durante la Reconquista, la fortaleza fue tomada en el siglo XIII, según narran las crónicas, y el rey Alfonso X consolidó la conquista cristiana de este enclave. Posteriormente, Espeluy pasó a manos del Conde de Santisteban (la influyente familia Benavides), bajo cuyo señorío se levantó un nuevo castillo y el pueblo fue creciendo lentamente a su abrigo. A lo largo del tiempo, Espeluy siguió siendo una aldea pequeña pero estratégicamente situada. Un detalle histórico que me encantó es que Santa Teresa de Jesús hizo parada aquí en el siglo XVI: según sus escritos, la atendieron en el castillo de Espeluy tras un percance cruzando el río Guadalquivir. ¡Imaginar a la santa recorriendo las mismas calles que yo pisé le dio un toque mágico a mi paseo! ✨ En el siglo XIX llegó un cambio importante: el ferrocarril. En 1866 se inauguró la línea ferroviaria que pasaba por Espeluy y se construyó una estación, convirtiendo al pueblo en un pequeño nudo de comunicaciones. Alrededor de la estación surgió una aldea ferroviaria para los trabajadores del tren, dándole a Espeluy un aire dinámico durante décadas. A mediados del siglo XX volvió a haber movimiento de gente: en los años 50-60, dentro del Plan Jaén, se repobló la zona con familias provenientes de la Sierra de Segura, lo que trajo nuevas costumbres y recetas serranas al pueblo. Hoy Espeluy mantiene ese encanto de pueblo rural andaluz con mucha historia a sus espaldas. Pasear por sus calles tranquilas sabiendo todo lo que han vivido –desde íberos, romanos, musulmanes, reyes cristianos hasta viajeros y colonos– hace que mi visita cobre una nueva dimensión. Si te gusta la historia, en Espeluy la sentirás latir bajo tus pies. 🏰📜 Qué ver y hacer en Espeluy A pesar de su tamaño reducido, en Espeluy encontré varios lugares de interés que bien merecen una visita. Te llevo de recorrido por los sitios imprescindibles que ver en Espeluy: Castillo de Espeluy Lo primero que llama la atención al llegar es el Castillo de Espeluy, vigilando el pueblo desde las alturas. Subí hasta sus murallas y me transporté a otra época: esta fortaleza de origen árabe tiene muros de piedra que susurran batallas y leyendas. Cada rincón del castillo cuenta una historia –¡incluso dicen que alguna vez hubo fantasmas nobiliarios rondando por sus salas!–. Desde lo alto de la torre del homenaje pude disfrutar de unas vistas preciosas de la campiña jiennense y del valle del Guadalquivir. Aunque el castillo es de propiedad privada (incluso estuvo en venta recientemente), se puede contemplar su exterior libremente y hacer fotos magníficas. Si eres amante de la historia medieval, visitar el castillo es obligado: es el monumento más emblemático de Espeluy y testigo de siglos de historia local. Plaza de la Constitución e Iglesia de la Asunción En el centro del pueblo se abre la Plaza de la Constitución, un espacio amplio y agradable que es el corazón de Espeluy. Cuando llegué allí, me encontré con los vecinos charlando bajo la sombra de los árboles y niños jugando –una estampa auténtica de la vida cotidiana. En la misma plaza se alza la Iglesia de Nuestra Señora de la Asunción, de fachada sencilla pero imponente por su valor histórico. Esta iglesia parroquial data (al menos en sus orígenes) del siglo XVI, y visitar su interior me permitió apreciar su arquitectura religiosa tradicional, con un bonito retablo y la imaginería de los patronos del pueblo. La plaza e iglesia forman un conjunto pintoresco: me senté un rato en un banco simplemente a disfrutar del ambiente tranquilo, saludando con un “hola” a quienes pasaban –en Espeluy todos te reciben con amabilidad, aunque seas forastero. 😊 Parques locales: Fuente Larga y Pablo Iglesias Aunque Espeluy es pequeñito, cuenta con espacios verdes cuidados ideales para un alto en el camino. El más conocido es el Parque de la Fuente Larga, un rincón natural donde brota una fuente de aguas cristalinas que da nombre al lugar. Me acerqué a probar el agua de la fuente –¡fresca y deliciosa!– y entendí por qué los lugareños la consideran casi un tesoro. El parque tiene amplias zonas de césped y arbolado, perfectas para hacer un picnic al mediodía o relajarse escuchando los pájaros. Otro espacio ajardinado es el Parque Municipal “Pablo Iglesias”, con columpios para los peques y senderos para pasear. En mis días por Espeluy, vi a familias enteras disfrutando allí de las tardes, los niños correteando y los mayores tomando el fresco. Dar un paseo por estos parques es una forma genial de desconectar y apreciar la paz rural. Si