La Loma

Los tesoros de La Loma de Jaén

Entre colinas suaves y un horizonte de historia viva, La Loma te invita a descubrir sus pueblos, cargados de arte, tradición y rincones que guardan mil historias. Haz clic en el nombre de cada municipio y piérdete entre sus calles, sus monumentos y sus secretos mejor guardados. ¿Estás listo para descubrir el corazón de La Loma?

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No sé si fue el silencio entre los cerros o ese olor a aceite recién hecho que parece flotar en el aire, pero algo tiene La Loma que engancha desde que pones un pie en ella. Esta comarca, justo en el centro de Jaén, es de esas que no hacen ruido, pero cuando la descubres, te preguntas por qué no viniste antes.

Arranqué mi ruta en Úbeda, y te juro que no esperaba que me gustara tanto. Sus calles parecen un decorado, pero no uno cualquiera: aquí las piedras cuentan historias y los palacios renacentistas te miran como diciendo “mira lo que tenemos aquí”. Si te gustan los sitios con alma, aquí vas a flipar.

De Úbeda salté a Baeza, que está a un tiro de piedra y tiene ese rollo tranquilo que te hace andar despacio, como si el tiempo fuera a otro ritmo. Aquí no puedes evitar sentarte en una plaza y quedarte un rato, solo mirando, escuchando el murmullo de la gente y dejando que el sitio te cale.

Luego puse rumbo a Sabiote, y no sé qué tiene, pero el castillo y sus calles estrechas me dieron la sensación de estar en un sitio que todavía guarda secretos. Es de esos pueblos que no salen siempre en las fotos, pero que cuando llegas, te preguntas por qué no está en todas.

Torreperogil fue otra sorpresa. Aquí el ambiente cambia, todo es más de andar por casa, más de barra de bar y charlas en la plaza. Gente que te saluda aunque no te conozca, de esas cosas que ya no se ven mucho.

Rus y Canena son pequeños, sí, pero tienen ese punto de pueblo auténtico. En Rus me quedé con el olor a pan recién hecho y en Canena flipé con su castillo, que se levanta ahí, imponente, como si estuviera esperando a que alguien lo mire.

En Begíjar entendí que en La Loma no hace falta correr. Sus calles son tranquilas, sus fachadas encaladas, y todo invita a tomarte un café sin prisa. Y para rematar, llegué a Jódar, donde el castillo domina el paisaje y el pueblo sube y baja por las cuestas como si formara parte de la montaña.

Al final, cada uno de estos pueblos tiene algo que contar. Y lo mejor es que no hace falta que te lo expliquen: solo tienes que andar sus calles, mirar a la gente y dejar que la comarca te hable. Haz clic en cualquiera de ellos y empieza tu propia ruta. Porque en La Loma, cuando menos te lo esperas, encuentras un rincón que te hace quedarte un poco más.