Introducción a Jaén, la joya andaluza del aceite de oliva
Cuando visité Jaén por primera vez, quedé fascinado por su mezcla de historia milenaria, riqueza cultural y sabores únicos. Esta ciudad andaluza, capital de la provincia homónima, es conocida como la “capital mundial del aceite de oliva” por los interminables olivares que la rodean y la calidad de su oro líquido. Pasear por sus calles es descubrir huellas de tres culturas – la cristiana, judía y musulmana – que convivieron aquí y dejaron un legado monumental asombroso. En esta guía te cuento en primera persona todo lo que Jaén ofrece: su apasionante historia, los lugares que debes ver en Jaén, su deliciosa gastronomía jiennense y sus tradiciones más arraigadas. ¡Acompáñame a explorar esta tierra noble y leal, cuyo encanto supera al de muchos destinos más famosos!
Historia de Jaén: de asentamiento antiguo a ciudad del Santo Reino
Jaén tiene una historia que se remonta a los albores de la civilización en Europa. Me impresionó saber que en su territorio se han encontrado algunos de los asentamientos humanos más antiguos del continente, en lugares como Marroquíes Bajos. Mucho antes de llamarse Jaén, en la Edad del Bronce y del Hierro esta zona formó parte de la cultura íbera de Oretania. Los íberos fundaron un oppidum (poblado fortificado) en el cerro de Santa Catalina alrededor del siglo VIII a.C., y recientes excavaciones han revelado artefactos que podemos admirar hoy en el Museo Íbero de la ciudad.
En la época romana, Jaén era conocida como Aurgi. Aunque nunca alcanzó el tamaño de otras ciudades béticas como Córdoba o Sevilla, tuvo importancia estratégica. Incluso Aníbal, el famoso general cartaginés, utilizó esta zona como fortaleza durante las guerras púnicas. Con la conquista de Roma alrededor del 207 a.C., Aurgi pasó a dominio romano y dejó algunos vestigios como calzadas y mosaicos.
La Edad Media transformó profundamente la ciudad. Con la llegada de los árabes en el siglo VIII, Jaén pasó a llamarse Jayyán y floreció bajo el dominio musulmán. Al recorrer el casco antiguo, sentí esa atmósfera andalusí en rincones como el barrio de la Magdalena, que fue núcleo de la medina islámica. Los musulmanes fortificaron la cima del cerro con un alcázar (precursor del actual castillo) e impulsaron la agricultura mediante avanzados sistemas de riego. Jaén llegó a ser capital de una cora (provincia) de Al-Ándalus, prosperando con palacios, mezquitas y baños públicos de los cuales aún sobreviven algunos restos.
La ciudad cambió de manos en 1246, cuando el rey cristiano Fernando III “el Santo” reconquistó Jaén. Cuenta la historia que la toma se logró mediante un pacto de vasallaje con el rey musulmán Alhamar de Granada, lo que evitó una destrucción mayor. Tras integrarse en Castilla, Jaén recibió el título de Muy Noble y Muy Leal Ciudad y se convirtió en la llamada “capital del Santo Reino” – un apodo histórico que aún se usa con orgullo. En los siglos posteriores, la ciudad creció en importancia religiosa y administrativa: aquí se estableció una de las primeras diócesis de Andalucía y incluso los Reyes Católicos celebraron cortes en Jaén, llegando Cristóbal Colón a negociar en la ciudad detalles de su viaje a las Indias.
Durante el Renacimiento español, Jaén vivió una época de esplendor relativa. A mediados del siglo XVI se inició la construcción de la Catedral de la Asunción, una joya renacentista obra del arquitecto Andrés de Vandelvira. Me quedé maravillado al aprender cómo la ciudad, aunque pequeña, dejó su huella en este periodo con edificios notables. Sin embargo, los siglos siguientes trajeron altibajos: en el XVII Jaén sufrió crisis (epidemias, malas cosechas) que frenaron su crecimiento, y en el XIX la Guerra de la Independencia contra los franceses la sacudió (las tropas napoleónicas ocuparon el castillo y saquearon la ciudad en 1808).
Ya en el siglo XX, Jaén volvió a cobrar protagonismo durante la Guerra Civil Española. En 1937 la ciudad fue bombardeada, lo que llevó a construir refugios antiaéreos para la población. De hecho, uno de esos refugios se ha conservado y convertido en un curioso museo que visité con sobrecogimiento. Tras la guerra, Jaén se centró en lo que mejor sabía hacer: producir aceite de oliva. La modernización del cultivo del olivo y la industria del aceite impulsaron la economía local a lo largo del siglo XX. Hoy Jaén es una ciudad tranquila de unos 112.000 habitantes, que combina su patrimonio histórico con la actividad de capital provincial. Su economía sigue girando en gran medida alrededor del aceite de oliva virgen extra, lo que le ha valido el renombre de “capital mundial del aceite de oliva”. Cada dos años se celebra aquí Expoliva, la feria internacional del aceite, un evento que demuestra la importancia global de Jaén en este sector. Con esta rica historia en mente, estaba ansioso por salir a recorrer sus calles y descubrir sus tesoros turísticos actuales.
Qué ver en Jaén: lugares turísticos imprescindibles
Después de empaparme de historia, salí a explorar Jaén y pronto comprobé que la ciudad ofrece muchos atractivos para el viajero. Sus monumentos cuentan historias de cada época y están relativamente cerca entre sí, por lo que es fácil recorrerlos a pie. Si te preguntas qué ver en Jaén, aquí te comparto mis lugares imprescindibles, aquellos que más me impresionaron:
La Catedral de Jaén, joya renacentista
Comencé mi ruta en el corazón de la ciudad, frente a la imponente Catedral de la Asunción de la Virgen, que domina la Plaza de Santa María. Sinceramente, la Catedral de Jaén me dejó boquiabierto. Su fachada renacentista de piedra clara es majestuosa, con dos torres gemelas y una ornamentación exquisita diseñada principalmente por Andrés de Vandelvira en el siglo XVI. Al entrar, descubrí un interior amplio y luminoso, con capillas decoradas y un coro barroco impresionante. Este templo está considerado una obra maestra del Renacimiento español y sirvió de modelo para muchas catedrales de Hispanoamérica, así que te puedes imaginar su importancia. Además, alberga la reliquia del Santo Rostro (un paño que, según la tradición, tiene la imagen de Cristo), lo cual añade un aura mística al lugar. Subir a las cubiertas de la catedral (si está disponible la visita) permite obtener vistas panorámicas del casco antiguo y los olivares circundantes.
El Castillo de Santa Catalina y Parador, vistas al mar de olivos
Otro lugar que considero imperdible es el Castillo de Santa Catalina, coronando el cerro del mismo nombre a espaldas de la ciudad. Decidí subir en coche por la sinuosa carretera (también se puede subir caminando, aunque es una pendiente pronunciada) para llegar a esta fortaleza, y valió totalmente la pena. Arriba me recibió un panorama espectacular: desde las murallas del castillo se divisa toda Jaén extendida a tus pies y un mar de olivos infinito hasta el horizonte. La vista al atardecer, con la catedral sobresaliendo entre los tejados y los campos dorados por la luz, es algo que guardaré siempre en la memoria.
El castillo en sí tiene origen medieval: la parte más antigua es la Alcazaba construida por los musulmanes, luego ampliada y reformada tras la Reconquista. Puedes caminar entre sus torres y almenas, visitar la pequeña capilla y los aljibes, e imaginar las batallas históricas (se conmemoran en la ciudad las batallas de Las Navas de Tolosa de 1212 y Bailén de 1808, hitos ligados a Jaén). En una de las tres fortalezas que conformaban el complejo ahora se ubica el Parador de Jaén, un hotel histórico de la red de Paradores. Aunque no te alojes allí, puedes entrar a tomar un café en su cafetería o restaurante y sentir el ambiente señorial entre gruesos muros de piedra. Muy cerca, en el punto más alto del cerro, está la Cruz del Castillo, un enorme crucifijo de metal. Me acerqué hasta allí por un sendero corto y las vistas desde ese mirador son aún más amplias, abarcando toda la ciudad y las sierras en la lejanía.
Los Baños Árabes y el Palacio de Villardompardo
Bajando de nuevo al centro histórico, me sumergí en el legado andalusí de Jaén visitando los Baños Árabes. ¡Qué grata sorpresa! Se encuentran debajo del Palacio de Villardompardo, un edificio del siglo XVI que fue construido por un virrey del Perú (Fernando de Torres y Portugal). Durante unas obras en el siglo XX, bajo el suelo del palacio se descubrió un extenso complejo de baños árabes del siglo XI-XII, ¡los más grandes que se conservan en España! Recorrer sus estancias abovedadas es hacer un viaje en el tiempo: se distinguen claramente la sala fría, la sala templada y la sala caliente, con sus típicos lucernarios estrellados en el techo por donde filtraba la luz. Paseando por allí, imaginé a los antiguos habitantes de Jayyán relajándose en estas termas hace casi mil años. La sala templada especialmente me pareció hermosa, con sus arcos de herradura y columnas, la atmósfera silenciosa y ligeramente fresca… realmente uno siente la historia viva. La entrada a los baños es gratuita (dependiendo de la época) y además en el mismo Palacio de Villardompardo hay otros atractivos: alberga el Museo de Arte Naíf y el Museo de Artes y Costumbres Populares. Así que en un solo sitio pude disfrutar arquitectura islámica, arte popular jiennense y pinturas naífs del artista Manuel Moral. Un combo cultural perfecto para una mañana.
La Judería de Jaén y el Salón Mudéjar
Tras salir de los baños árabes, dediqué tiempo a deambular por el antiguo barrio de la Judería de Jaén, contiguo a esa zona. Este laberinto de callejuelas encaladas formó parte del barrio judío medieval, ya que tras la reconquista Jaén tuvo una comunidad sefardí importante integrada en la ciudad. Hoy el barrio de la Magdalena/Santa Cruz conserva el trazado irregular y algún que otro vestigio. En mi paseo encontré la Iglesia de San Andrés, que según la tradición fue una sinagoga antes de la expulsión de los judíos, y en cuyo subsuelo hay unos baños judíos (lamentablemente cerrados al público durante mi visita). Un vecino me contó la famosa leyenda del Lagarto de la Magdalena: se dice que en una cueva junto a la fuente de la Magdalena vivía un lagarto o dragón gigantesco que aterrorizaba a la ciudad devorando a quien se le acercara. Según el mito, un preso condenado logró matarlo haciéndole explotar tras darle de comer una piel llena de yesca y pólvora. ¡Toda una historia pintoresca que los jienenses recuerdan con orgullo! Incluso hay un pequeño monumento al Lagarto en la zona. Estas leyendas le dan un toque mágico al recorrido por la judería.
Otro rincón que me encantó fue el Salón Mudéjar, ubicado en el subsuelo del Palacio de Cultura (antiguido palacio del Concejo). Es una sala del siglo XIV con un techo artesonado de madera mudéjar policromada realmente precioso. Su estilo mezcla influencias cristianas y musulmanas, y es uno de los pocos ejemplos de arquitectura civil medieval que quedan en Jaén. Actualmente lo usan para eventos culturales, pero cuando lo visité estaba vacío y pude admirar con calma las detalladas pinturas geométricas y florales de su techo. Es un sitio algo escondido pero muy interesante para los amantes de la arquitectura histórica.
Museos de Jaén y otros atractivos urbanos
A pesar de ser una ciudad mediana, Jaén tiene varios museos que complementan muy bien la visita. Ya mencioné el Museo de Arte Naíf y el de Costumbres Populares en Villardompardo, pero la estrella reciente es el Museo Íbero, inaugurado en 2017. Este museo, único en el mundo dedicado exclusivamente a la cultura íbera, exhibe una colección impresionante de esculturas, cerámicas y objetos de los antiguos íberos que habitaron la región siglos antes de Cristo. Al recorrer sus salas modernísimas, comprendí mejor cómo vivían y en qué creían aquellos pobladores ancestrales de Jaén. Ver de cerca las esculturas de guerreros, damas y animales mitológicos íberos fue un punto culminante de mi viaje (¡no todos los días se tiene acceso a un legado prerromano tan importante!). Además, el edificio del museo es contemporáneo y espacioso, ofreciendo un contraste interesante con el casco histórico.
Por otro lado, el Museo Provincial de Jaén reúne arte y arqueología de distintas épocas, incluyendo mosaicos romanos, obras de arte medieval y moderna, etc. Si te gusta la historia local, vale la pena echarle un vistazo. Yo hice una visita rápida y aprecié especialmente la sección arqueológica.
Como comenté antes, también existe en Jaén un Refugio Antiaéreo de la Guerra Civil habilitado para visitas, ubicado bajo la Plaza de Santiago. Entrar en esos túneles me puso la piel de gallina, imaginando a la gente resguardándose de las bombas allá por 1937. Está muy bien conservado y musealizado con paneles informativos que relatan aquel episodio trágico de la ciudad. Es una visita diferente, que agrega profundidad a la experiencia de conocer Jaén más allá de lo puramente turístico.
Por último, no puedo dejar de mencionar algo tan cotidiano como ir de tapas por Jaén, que en sí mismo es un atractivo. Mientras caminaba por el centro, noté que había muchísimos bares y tabernas tradicionales. Los jienenses tienen por costumbre salir de tapeo con amigos, y en Jaén cada bebida viene acompañada de una tapa generosa gratuita – al estilo de Granada o Almería. Uno de los barrios más animados para tapear es el de San Ildefonso, lleno de terrazas. Yo probé esta experiencia y ¡vaya que la disfruté! Nada como descansar tras un día de turismo con una cerveza bien fría y un platillo de aceitunas aliñadas o un trozo de carne en salsa, cortesía de la casa. Es una forma deliciosa de vivir la cultura local y descubrir más sabores de la tierra.
Gastronomía de Jaén: el sabor del aceite de oliva y platos tradicionales
Confieso que soy un amante de la buena mesa, ¡y Jaén conquistó mi paladar desde el primer momento! La gastronomía jiennense está profundamente marcada por el aceite de oliva virgen extra, y no es para menos: estamos en la mayor zona productora de aceite de oliva del mundo. En todos los bares y restaurantes noté el aroma y el sabor del aceite fresco, frutado, dando vida a cada plato. Desde el desayuno – con la clásica tostada con aceite y tomate – hasta la cena, el AOVE (Aceite de Oliva Virgen Extra) es el rey de la cocina local.
Una de mis primeras degustaciones fue la de las aceitunas aliñadas de Jaén. En muchos sitios te sirven cuencos de aceitunas variadas para picar. Probé las típicas aceitunas cornicabra y picual, aderezadas con hierbas como tomillo, hinojo y laurel. ¡Qué aperitivo más simple y delicioso! También descubrí una variedad local llamada aceituna de cornezuelo, de tamaño muy grande. Me explicaron que es difícil de conservar mucho tiempo, por eso es un manjar de temporada. Aliñadas con especias, fueron un vicio al que me enganché durante el viaje.
Hablando de platos típicos, Jaén tiene recetas caseras estupendas. Un imprescindible del verano es la pipirrana jienense, que tuve oportunidad de saborear en una taberna tradicional. Se trata de una especie de ensalada o picadillo a base de tomate, pimiento verde, cebolla, atún y huevo duro, todo troceado y aliñado generosamente con aceite de oliva. Lo singular es que se deja reposar el jugo de las verduras con pan, casi como un gazpacho sólido, y luego se “moja sopa” con ese pan impregnado de sabor. Fresquita y sabrosa, la pipirrana fue perfecta para el calor del mediodía.
Otro día probé los andrajos, un guiso típico de la provincia que en la ciudad también es popular en invierno. Consiste en unas tortas de masa de harina (similares a trozos de pasta) cocinadas en un guiso con tomate, pimiento, ajo y normalmente conejo o liebre. A mí me lo sirvieron con conejo de monte: el caldo espeso y las tortas absorbiendo el sabor, ¡una delicia reconfortante! Es un plato humilde de pastores, pero lleno de sustancia.
Tampoco faltaron en mi ruta gastronómica las clásicas migas. En Jaén preparan migas ruleras (de pan) especialmente en días de lluvia o en reuniones familiares. Las que probé venían acompañadas de tropezones llamados “avíos”: trocitos de chorizo, panceta, pimiento frito e incluso uvas para contrastar. Un plato contundente que antiguamente daba energías al campo, y que a día de hoy puedes encontrar en algunos bares tradicionales los fines de semana.
Como plato fuerte carnívoro, me recomendaron el choto al ajillo. Es cabrito lechal guisado con mucho ajo, aceite de oliva (¡por supuesto!) y vino blanco. La ración que pedí tenía la carne súper tierna y una salsita para mojar pan hasta no dejar nada. Se nota la influencia serrana en este tipo de comidas, usando los productos de caza y ganadería locales.
Y para rematar, descubrí un postre local: los papajotes. Son unas especie de buñuelos fritos hechos con masa de harina y leche, aromatizados con cáscara de limón y espolvoreados con azúcar y canela. Me los sirvieron calentitos y crujientes, y con el fresquito de la noche jiennense entraron de maravilla acompañados de un café.
En resumen, comer en Jaén es un placer que va de la mano con su cultura del tapeo. En cada bar al que entré me sentí bienvenido con alguna tapa: desde un simple plato de aceitunas, hasta pequeñas delicias como morcilla en caldera (una especie de guiso de sangre con cebolla servido en tosta) o ajoblanco (sopa fría de almendra) en los meses cálidos. La cocina jienense combina la herencia andalusí (guisos con especias, uso de almendra, etc.), la tradición rural andaluza y la excelencia de su aceite de oliva. Si eres foodie como yo, disfrutarás explorando los sabores de Jaén tanto como sus monumentos. Además, el oleoturismo está en auge: es posible visitar almazaras (molinos de aceite) en los alrededores de la ciudad, hacer catas de aceite e incluso participar en la recogida de la aceituna en temporada (de otoño a invierno). Yo no pude hacerlo por falta de tiempo, pero me parece un plan fantástico para conectar aún más con la esencia gastronómica de esta tierra.
Cultura y tradiciones de Jaén: fiestas con sabor andaluz
Si algo aprendí en Jaén es que sus gentes sienten un profundo amor por sus tradiciones y saben celebrarlas a lo grande. Tuve la suerte de coincidir con la época de una de sus fiestas populares y fue una experiencia inolvidable ver cómo la ciudad entera se volcaba en la celebración. La vida cultural de Jaén combina las típicas manifestaciones andaluzas – como la pasión por la Semana Santa o el arte del flamenco – con costumbres propias de la ciudad que la hacen única. A continuación te cuento algunas de las fiestas y eventos más emblemáticos de Jaén, muchos de los cuales atraen tanto a locales como a visitantes:
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Lumbres de San Antón (16 de enero) – Es quizá la fiesta más singular de Jaén. La noche de San Antón, la ciudad se ilumina con hogueras (lumbres) en los barrios, alrededor de las cuales los jienenses se reúnen para cantar melenchones (cantos populares) y asar calabazas y rosetas de maíz (palomitas caseras). Yo asistí a esta fiesta y el ambiente era mágico: fogatas en las calles estrechas del casco viejo, familias enteras brindando con vino y ofreciendo a los visitantes trozos de calabaza asada con canela. Además, se celebra la Carrera Urbana Internacional Noche de San Antón, una carrera nocturna donde miles de corredores atraviesan la ciudad iluminada por antorchas y hogueras. Ver a los atletas pasando entre el fuego y la música fue realmente emocionante, ¡entendí por qué esta fiesta está declarada de Interés Turístico Nacional!
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Semana Santa (Marzo/Abril) – Al igual que en toda Andalucía, la Semana Santa de Jaén es un acontecimiento religioso y cultural de primer orden. Durante toda la semana, especialmente Jueves y Viernes Santo, las cofradías sacan en procesión sus imágenes por las calles al son de tambores y saetas. Una de las procesiones más famosas aquí es la del “Abuelo”, como cariñosamente llaman al Nuestro Padre Jesús Nazareno, que sale en la madrugada del Viernes Santo y congrega a multitudes devotas. Yo no estuve en esas fechas, pero locales me contaron con orgullo que la imaginería, el fervor y el ambiente penitencial de Jaén en Semana Santa nada tiene que envidiar al de ciudades mayores. Si te interesa el arte religioso, también destacan las tallas de la Virgen de la Amargura o El Cristo del Gran Poder, entre otras. La Semana Santa jiennense fue declarada Fiesta de Interés Turístico Nacional, así que ya imaginas la importancia que tiene.
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Feria de San Lucas (octubre) – Esta es la gran feria de Jaén y tiene la particularidad de ser la última feria del año en Andalucía, celebrándose alrededor del 18 de octubre (día de San Lucas, patrón menor de la ciudad). Durante una semana, Jaén vive en ambiente festivo continuo. En el recinto ferial (Alcalde Alfonso Sánchez Herrera) montan casetas donde se bailan sevillanas y se sirve vino y tapas, hay atracciones de feria para grandes y chicos, y hasta corridas de toros en la plaza si coinciden. Muchos jienenses visten trajes de flamenco y hay espectáculos diarios. Aunque llegué fuera de fecha, todos me recomendaron volver para la Feria porque la ciudad se transforma con luces, música y alegría hasta altas horas. Dato curioso: es de las ferias más antiguas, sus orígenes se remontan al siglo XIV. ¡Imagínate participar de una tradición con más de 600 años de historia!
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Romería de Santa Catalina (último domingo de noviembre) – Esta festividad me parece muy pintoresca y propia de Jaén. Cada noviembre, los ciudadanos suben en romería hasta el Castillo de Santa Catalina para honrar a su co-patrona, Santa Catalina de Alejandría. Se realiza una procesión con la imagen de la santa desde la ciudad hasta la ermita del castillo. Una vez arriba, aparte de los actos religiosos, el ambiente se vuelve campestre y festivo: es típico hacer sardinas asadas y comer allí mismo en el cerro, disfrutando de las vistas. Muchos grupos de amigos y familias organizan peroles y barbacoas. Me contaron que el aroma a sardina y leña impregna todo el monte ese día. Sin duda es una fiesta que combina devoción, naturaleza y gastronomía popular.
Por supuesto, Jaén celebra otras festividades a lo largo del año: la Virgen de la Capilla (11 de junio), patrona de la ciudad, con procesión y verbenas; las Fiestas de la Virgen de la Alcantarilla o la Divina Pastora en distintos barrios, donde se pueden ver tradiciones como el revoleo de banderas; las Cruces de Mayo, adornando patios y plazas con cruces de flores; y el Festival de Otoño de Jaén, un evento cultural con conciertos, teatro y danza que suele realizarse entre octubre y noviembre. Este último se ha vuelto un referente cultural, trayendo artistas de diversos géneros cada año.
En cuanto a la cultura cotidiana, algo que noté es que Jaén respira flamenco en peñas y bares donde a veces se organizan espectáculos improvisados. Aunque no es tan famoso como en Sevilla o Jerez, el flamenco tiene aquí buenos aficionados. También, al ser ciudad universitaria (sede de la Universidad de Jaén), hay un ambiente joven con festivales de música indie, cine y exposiciones de arte contemporáneo que le dan un aire dinámico. En definitiva, la cultura en Jaén es un equilibrio entre tradición – con fiestas populares muy sentidas – y modernidad, con propuestas actuales, todo ello marcado por la identidad andaluza y jienense. Como visitante, me sentí bienvenido a participar en sus celebraciones, y pude entender mejor el carácter alegre, hospitalario y orgulloso de esta tierra.
Preguntas frecuentes sobre Jaén (FAQ)
¿Cuál es la mejor época para visitar Jaén?
Personalmente creo que las mejores épocas para visitar Jaén son la primavera y el otoño. En primavera (abril, mayo) el clima es muy agradable, con campos verdes y los olivares en flor, y además puedes coincidir con eventos importantes como la Semana Santa (marzo/abril) o las Cruces de Mayo. El otoño (octubre, noviembre) también ofrece temperaturas templadas y la ciudad cobra vida con la Feria de San Lucas en octubre y el Festival de Otoño. El verano, en cambio, puede ser bastante caluroso (Jaén supera fácilmente los 35°C en julio y agosto), mientras que en invierno las temperaturas son frescas pero raramente bajan de 0°C. Si te interesa el oleoturismo, la temporada de cosecha de la aceituna es de noviembre a enero, época en la que el paisaje de los olivares está en plena actividad y puedes ver las almazaras funcionando, aunque hará algo de frío. En resumen, primavera y otoño ofrecen el mejor balance de buen tiempo y vida cultural para disfrutar Jaén a tope.
¿Cómo llegar a Jaén y moverse por la ciudad?
Jaén se encuentra en el noreste de Andalucía, muy bien comunicada por carretera y tren. Para llegar, la forma más común es vía terrestre. Yo viajé en coche desde Granada (queda a apenas 1 hora y 15 minutos por la A-44) y desde Madrid son unas 3 horas y media por la A-4. Si prefieres el tren, Jaén tiene conexión ferroviaria directa con Madrid (el tren Media Distancia tarda unas 3h 40min) y con ciudades andaluzas vía Córdoba. No hay un aeropuerto en Jaén capital; los aeropuertos más cercanos son el de Granada (a 100 km) y el de Málaga (a 200 km), desde los cuales podrías alquilar coche o tomar un bus/tren. Hablando de autobuses, la estación de autobuses de Jaén recibe rutas de muchas ciudades españolas y andaluzas, a menudo con precios más económicos que el tren.
Una vez en la ciudad, moverse es sencillo. El centro histórico es compacto y se recorre a pie sin problemas – de hecho, caminar por sus calles empinadas y plazas es la mejor manera de descubrir rincones escondidos. Para distancias más largas o subir al Castillo de Santa Catalina, puedes usar el autobús urbano (hay líneas que conectan los barrios y puntos importantes; la línea al castillo opera en fechas turísticas) o taxis, que no son caros. Yo usé mi coche para subir al castillo y para alguna excursión fuera de la ciudad, pero dentro del centro casi siempre fui andando. Las cuestas pueden cansar un poco, pero tómalo con calma y disfruta del paseo. Además, Jaén cuenta con un pequeño sistema de transporte público eficiente y estacionamientos si vas en coche. En resumen, llegar a Jaén es fácil y moverte por ella, aún más.
¿Qué lugares puedo ver en Jaén en un día?
Si solo dispones de un día en Jaén, te sugiero un itinerario compacto con lo esencial que yo mismo seguiría: por la mañana, visita la Catedral de Jaén temprano para apreciar su interior y azoteas sin aglomeraciones. Después, baja a ver los Baños Árabes en el Palacio de Villardompardo (dedica una hora para recorrerlos junto con los museos que allí se encuentran). De camino, pasea por la Judería y llega hasta la Iglesia de la Magdalena para conocer la fuente y la leyenda del Lagarto. Haz una pausa al mediodía para tomar algo en un bar de tapas del centro (por ejemplo, cerca de la Plaza de San Francisco o en el barrio de San Ildefonso). Por la tarde, puedes tomar un taxi o tu coche y subir al Castillo de Santa Catalina. Recorre las murallas y disfruta con calma de las vistas panorámicas; es un lugar ideal para estar hacia el atardecer. Al bajar, si aún tienes tiempo antes de marcharte, visita el Museo Íbero (cierra sobre las 20:00 normalmente) para poner el broche cultural. Termina tu día cenando de tapeo en alguna taberna típica jiennense, probando la pipirrana o el choto al ajillo. Con eso habrás visto lo más emblemático: la catedral, el castillo, los baños árabes y un toque de ambiente local. Claro está, Jaén tiene más, pero en un día estas paradas capturan la esencia histórica y gastronómica de la ciudad. ¡Te irás con una muy buena impresión!
¿Por qué Jaén es conocida como la “capital del aceite de oliva”?
Jaén recibe el título de “capital mundial del aceite de oliva” porque es el mayor núcleo de producción de aceite de oliva a nivel global. Cuando viajé por la provincia, quedé asombrado por el mar de olivos que se extiende en todas direcciones alrededor de la ciudad. La provincia de Jaén cuenta con más de 60 millones de olivos plantados – ¡prácticamente un océano verde! – y entre el 20% y el 25% de todo el aceite de oliva del mundo proviene de esta región. Históricamente, el cultivo del olivo aquí se remonta a tiempos íberos y romanos, pero fue en el siglo XX cuando realmente se expandió a gran escala convirtiéndose en el motor económico principal. Jaén capital alberga cooperativas, la delegación de la Denominación de Origen de aceites como Sierra Mágina o Sierra de Cazorla, y, cada dos años, organiza Expoliva, la feria internacional más importante del sector oleícola. En términos culturales, el aceite de oliva no es solo un producto para los jienenses: es parte de su identidad, de su paisaje y de su gastronomía diaria (no conciben cocinar sin su aceite virgen extra de calidad). Por eso, al visitar Jaén, uno entiende enseguida el porqué del apodo. Te recomiendo, si puedes, visitar alguna almazara (molino de aceite) cercana a la ciudad: verás el proceso de elaboración y apreciarás aún más el trabajo y la tradición detrás de cada botella de aceite de Jaén. Yo lo hice en una cooperativa cercana y fue fascinante. En resumen, Jaén es la capital del aceite de oliva porque en sus campos y fábricas late el corazón de la producción olivarera mundial, un verdadero paraíso interior para los amantes del buen aceite.
¿Qué platos típicos debo probar en Jaén?
La cocina de Jaén es una fiesta de sabores, y hay varios platos típicos que no deberías marcharte sin probar. Basado en mi experiencia, aquí van algunos imperdibles:
- Pipirrana: Es la ensalada estrella de Jaén. Lleva tomate, pimiento, cebolla, atún y huevo picados, aliñados con mucho aceite de oliva virgen extra. Suele servirse fresca y se come mojando pan en el jugo del aliño. Ideal para los días calurosos, sencilla pero riquísima gracias a la calidad de los ingredientes.
- Andrajos: Un guiso tradicional jiennense de origen humilde. Consiste en una masa de harina cortada en trozos (como pequeñas láminas de pasta) cocida en un guiso de tomate, pimiento, ajo y laurel, al que se le añade carne de liebre, conejo o bacalao (según la zona y temporada). El resultado es un plato contundente y sabroso, perfecto para el invierno. Yo lo probé con conejo y me encantó la textura de la masa en el caldo espeso.
- Migas: Un clásico del campo andaluz que en Jaén es muy popular. Pueden ser migas de pan o de harina de sémola; se fríen con ajo hasta quedar sueltas y tostaditas. Se acompañan con tropezones llamados avíos: trocitos de chorizo frito, panceta, ajos, pimientos verdes, e incluso con uvas o aceitunas para contrastar. Es un plato potente, típico de días de lluvia o fiestas en el pueblo. Si vas en época fresca, busca algún sitio que las ofrezca, ¡no te arrepentirás!
- Choto al ajillo: Carne de cabrito joven guisada con abundante ajo, aceite de oliva y a veces vino blanco. La carne queda tierna y muy aromatizada. Es un plato típico de la sierra que encontrarás en ventas y restaurantes tradicionales. Perfecto si te gusta la carne de caza suave.
- Ajoatao: Puré de patatas aliñado con ajo crudo majado y aceite de oliva, similar a un alioli espeso pero con base de patata. Se toma frío como acompañamiento o tapa, a veces con un toque de vinagre. Su sabor a ajo es intenso, ¡solo para apasionados del ajo! A mí me encantó untado en pan, es adictivo.
- Postres locales: Para el dulce, prueba los papajotes (buñuelos de masa con limón) espolvoreados con azúcar y canela, o las gachas dulces de Jaén que se elaboran tradicionalmente el Día de Todos los Santos (1 de noviembre) con harina, leche, miel o azúcar y anís, servidas con picatostes. Son postres caseros con sabor a antaño. También hay dulces conventuales y hojaldres típicos en pastelerías del centro.
Por supuesto, en Jaén se utiliza mucho la caza (jabalí en adobo, ciervo estofado), las verduras de la huerta (exquisitas espinacas esparragadas con huevo) y el cerdo ibérico. Y algo omnipresente: las aceitunas en todas sus formas. ¡No te extrañe desayunar tostada con aceite y aceitunas machacadas aliñadas, una delicia local! En definitiva, la gastronomía jiennense es rica y variada, con platos sencillos pero llenos de sabor gracias al aceite de oliva y a productos de calidad. Mi consejo es que te metas en las tabernas donde veas muchos locales y pidas la especialidad de la casa; la gente de Jaén es muy amable y seguro te recomendarán sus favoritos con entusiasmo.